dimecres, 3 de setembre del 2008

El pensamiento económico de Obama

MAR 02/09/08 12:06 Defensor del mercado y también del gasto público, conservador en lo fiscal y redistribucionista. ¿Obama tiene una ideología económica?

Por David Leonhardt THE NEW YORK TIMES

La economía va a tener una importancia enorme para el próximo presidente de los Estados Unidos. Desde que los banqueros de Wall Street tuvieron que interrumpir sus vacaciones hace un año para atender a las convulsiones del mercado hipotecario, la economía ha ido de crisis en crisis. Según el FMI, se trata del "mayor shock financiero desde la Gran Depresión". En algunos elementos fundamentales, la economía estadounidense ha dejado de funcionar.

El hecho de que la economía crezca –que un año produzca más bienes y servicios que el anterior– ya no asegura que la mayoría se beneficie. Por primera vez desde que se tiene noticia, una expansión económica parece haber terminado sin un aumento sustancial del ingreso de las familias. Debido al ajuste de la inflación, la mayoría de mantienen ingresos menores que en el año 2000. Para esos trabajadores –cerca del 60% en la escala de ingresos más bajos–, el crecimiento económico se ha vuelto un concepto teórico y no la suma de mejor salud, mejor vehículo, mejor casa, una vida mejor que la que tenían sus padres.

Los estadounidenses aún compran esas cosas, pero lo hacen endeudándose. Una parte grande de esa deuda nunca se pagará, y ésa es la explicación básica de la crisis financiera. Pero el estancamiento dista de ser el único problema serio de la economía. El sistema de salud de las empresas no crece y en el 2011 los baby boomers empezarán a cumplir 65 y aumentarán los compromisos de Medicare y Seguridad Social. EE.UU. sigue siendo un país fabulosamente próspero comparado con cualquier otro país en cualquier punto de la historia.

Pero los estadounidenses sienten que algo está mal: el 80% dice en las encuestas que la economía anda mal.

La visión económica de John McCain, según la planteó durante la campaña, equivale a una versión levemente alterada de la ortodoxia republicana, con la rebaja de impuestos como eje. Obama tiene propuestas más específicas, pero una ideología menos obvia.

Hay un gran desacuerdo en cuanto a cuán liberal-progresista es Obama, especialmente en economía. Un ejemplo lo muestra bien: en junio, cuando designó como su asesor económico a Jason Furman, un protegido del ex secretario del Tesoro Robert Rubin, la AFL-CIO habló de "la influencia empresaria en el Partido Demócrata". Una semana después, una columnista del The Wall Street Journal interpretó la designación como un apartamiento del centrismo clintoniano y un regreso al viejo liberal-progresismo demócrata.

Parte de la confusión proviene de la estrategia del propio Obama de presentarse como una figura pospartidaria. "Mi teoría económica central es el pragmatismo" me dijo en una entrevista que le realicé durante un viaje en avión a Chicago.

"Ver qué puede funcionar".
Por cierto, invocar el pragmatismo no ayuda mucho al votante medio; la ideología, aunque para algunos tenga mala fama, importa, porque da pistas sobre cómo un candidato podría comportarse cuando sea presidente. Este año he pasado mucho tiempo tratando de entender a qué se le llama a veces la Obamanomics, y he llegado a la conclusión de que Obama no tiene ideología económica. Según cómo se lo mire, es más derechista o más izquierdista de lo que muchos piensan.

Durante quince años la economía de los demócratas ha estado definida por una pelea ocurrida en los inicios del gobierno de Clinton: la batalla de los Bob. De un lado, el secretario de Trabajo y viejo amigo de Bill Clinton, Bob Reich, que sostenía que el gobierno debía invertir en caminos, puentes, capacitación laboral y demás, para estimular a la economía y ayudar a la clase media.

Del otro lado, Bob Rubin, ex ejecutivo de Goldman Sachs devenido asesor de la Casa Blanca, que se inclinaba por reducir el déficit para estabilizar el mercado de bonos, hacer bajar las tasas de interés y volver a poner la economía en marcha. Clinton se volcó hacia el lado de Rubin, y hasta el día de hoy la primera pregunta sobre la orientación económica de un demócrata suele ser con cuál de los Bob está su corazón, Reich o Rubin, la izquierda o el centro, el Estado o el mercado.

Obama obviamente ha estudiado ese debate, y durante la entrevista en el avión a Chicago me había contado, antes, algo sobre Reich y Rubin, a quienes la semana previa había tenido sentados en una mesa junto a un calificado grupo de economistas y empresarios. Obama sugiere que los dos Bob hoy admiten que el mundo es más complicado que la caricatura. Ciertamente, los dos hoy ocupan lugares ideológicamente más cercanos que en 1993. Puede que la batalla de los Bobs no haya concluido, pero sin duda está suspendida.

Los expertos y economistas que están cerca de los demócratas hoy coinciden en que la reducción del déficit hizo mucho bien. Contribuyó al boom de los 90 y al único periodo de crecimiento fuerte y de base amplia en una generación. Pero también dependió de una burbuja tecnológica y de precios del petróleo bajos. En términos prácticos, el nuevo consenso indica que las políticas de un gobierno de Obama diferirían de las de Clinton, pero no tanto por diferencias de personas. "La economía ha cambiado en los últimos quince años, y nuestra comprensión de la política económica ha cambiado también", dice el asesor Furman.