dimarts, 5 de febrer del 2008

José Oneto a Estrella Digital

A la espera de lo que digan los obispos vascos y catalanes…
José Oneto

Aunque los obispos, preocupados por las reacciones que ha producido el documento de la Comisión Permanente del Episcopado, sieguen sosteniendo que ellos no se han pronunciado por una opción política concreta, la mayoría de los grandes periódicos internacionales interpretan que la Iglesia católica española ha entrado de lleno en campaña contra el PSOE, apoyando que se vote al Partido Popular.

Desde el italiano La Stampa (“Los obispos contra Zapatero. Españoles no le votéis”) hasta The New York Times (“la iglesia irrumpe en la campaña electoral española”) pasando por Corriere de la Sera (“España ante las urnas. Los obispos: no votéis a Zapatero”, llamamiento de la Conferencia Episcopal a una “opción responsable”), por el francés La Croix (“Los obispos reprochan a Zapatero sus negociaciones con ETA”) o el portugués Jornal de Noticias (“Los obispos católicos entran en campaña contra el PSOE”), el efecto mediático del documento episcopal “orientando el voto” y en contra de la posición de Zapatero ha sido interpretado como una pérdida de la neutralidad de la Iglesia y en contra del criterio establecido en importantes sectores de la ciudadanía que practica el catolicismo que pasa por “la defensa del Estado laico contra las intromisiones de la Iglesia, dentro del respeto a la religión católica pero en el mismo plano que las demás. En esta clave los socialistas han modernizado la sociedad española” (Il Sole 24 Ore).

El documento episcopal, que sigue ocupando el mayor y principal interés informativo y, sobre todo, que está sirviendo de argumentario para los mítines del Partido Socialista y de su líder, José Luis Rodríguez Zapatero, ha dado oxigeno al PSOE, ante el silencio de Rajoy y del Partido Popular, que se están dando cuenta de que los obispos no le han hecho precisamente un favor sino todo lo contrario.

Ha sido tan notable el error de los obispos, que si mañana se celebrasen las elecciones generales, los ciudadanos estarían más interesados en votar o vetar lo que han dicho los obispos en ese doble lenguaje en el que cabe todo pero que es perfectamente coherente con una posición política concreta.

Ante esta situación e intentando interpretar ese doble lenguaje, el cardenal primado de Toledo, y probablemente el obispo que mayor amistad tiene con el Papa desde que fue su mano derecha en la Congregación de Defensa de la Fe, ha aclarado que los obispos no quieren hacer “partidismo” y ha dado un paso más al advertir a los católicos “Dios aprueba nuestras actuaciones”, refiriéndose al polémico documento que, a medio plazo y si siguen las reacciones, dividirá a la jerarquía y a la Iglesia española.

Por lo pronto, el arzobispo de Sevilla, monseñor Carlos Amigo, que no participó en la redacción del documento, se ha alejado de la posición oficial al declarar que “hay que estar unidos para buscar el bien, la paz y la concordia entre todos”.

En ese mismo sentido se ha manifestado el abad de Montserrat, Josep Maria Soler, que ha insistido en un mensaje fundamental: “Hay que respetar —ha dicho— la autonomía de los políticos. En nuestra sociedad plural, los miembros de la Iglesia no podemos pretender ningún monopolio. Hemos de trabajar por la paz con todos los medios éticamente legítimos. Y lo hemos de hacer a través del diálogo y la misericordia, y no desde la confrontación”.

El terremoto mediático que ha producido el documento episcopal ha obligado a políticos catalanes y vascos a posicionarse. Y mientras el líder de Convergència i Unió, Josep Antoni Duran i Lleida, socialcristiano y católico prácticamente, ha pedido a la Iglesia catalana que hable “sin tapujos”, dirigentes del Partido Nacionalista Vasco han comenzado a movilizarse para que los obispos vascos, especialmente el presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Blázquez, y monseñor Uriarte, que hizo de mediador en las negociaciones con ETA, con la autorización y el visto bueno del Vaticano, se pronuncien claramente sobre esos diez mandamientos redactados por la Permanente del Episcopado.